La textura de una lana puede despertar en nosotros
sensaciones olvidadas y no sólo eso, puede
abrirnos un mundo nuevo de posibilidades. Desde la infancia nos acostumbramos a
distinguir las texturas de las cosas. Tocamos, saboreamos, oímos, catalogamos
siguiendo nuestros sentidos innatos la naturaleza que nos rodea, ordenamos el
mundo. Pero muchas veces, pasada la infancia, nos olvidamos de seguir tocando,
saboreando, oyendo. Como si no nos quedara nada que explorar, como si ya hubiésemos
conocido el mundo por conocer.
La finalidad de estas creaciones con lanas es en buena parte
continuar explorando el mundo, pues sus posibilidades son infinitas. Escojo
lanas de texturas muy variadas y las combino entre ellas unas veces, otras voy
probando cómo se pliegan bajo distintos tipos de punto, con agujas variadas,
siempre de punto o crochet. Por ahora mis conocimientos sobre técnicas de
tejido están circunscritas a estos límites. Más adelante, cuando domine con más
maestría las técnicas del punto y el crochet iré ampliando mis horizontes.
Mi camino es de aprendizaje. No podemos dejar de aprender a
pesar de los años, debemos seguir ahondando en la realidad, en el mundo, en los
otros. Si paramos, quedamos estancados, como meros espectadores de nuestra
vida. Hay que vivir la vida y la única forma de hacerlo es aprendiendo.
En este aprendizaje con lanas no sólo las texturas me han
resultado interesantes, sino también los colores. La combinación de colores es
esencial pues el color forma parte de la textura, la hace gruesa o fina, la
agranda o la empequeñece, la profundiza o la suaviza, etc.
También una misma lana cambia mucho tejida con un punto u
otro. Los resultados de este experimento quiero compartirlos con ustedes en
esta entrada. Lo he documentado con estas fotos, en la medida de lo posible,
porque ¿cómo fotografiar el tacto? Y más allá aún ¿cómo expresar lo que el
tacto nos revela? ¿A qué origen nos conduce?
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